Aura

Aura www.sandradejaume.com

Sandra De Jaume es la retratista del enigma, de la belleza impenetrable.

Su última muestra, «Ad Infinitum», es un canto melancólico de reafirmación y de consecución de madurez artística.

Esta muestra, la más ambiciosa hasta entonces llevada a cabo por la artista, pone de manifiesto la excepcional técnica de De Jaume, donde la maestría de la pintora se hace evidente en la sorprendente capacidad para plasmar en el lienzo una realidad que se nos muestra con un toque de misterio.

El enigma habita unas obras que dejan traslucir fragmentos autobiográficos que representan un deseo de reafirmación dentro del mundo, reivindicando a la vez el papel de la mujer artista y la necesidad de reubicar su importancia dentro de la historia del arte. Así, la siempre intrigante y seductora Frida Kahlo es magníficamente retratada por De Jaume como el icono artístico del feminismo, en un homenaje a la artista que transformó su sufrimiento en algo divino y esplendoroso.

De Jaume es una artista dual en la que conviven a la vez dos pintoras antagónicas. Son dos maneras diferentes de concebir la pintura que dictan la forma de trabajar las obras en cada momento. En el tratamiento de los fondos, es la pintora abstracta la que la domina, haciendo una pintura mucho más espontánea, rápida, radical. En el momento en que De Jaume afronta las figuras, absolutas protagonistas de su obra, la artista inicia un proceso pulcro, fino, absolutamente medido y milimetrado, en el que el dibujo se convierte en la estructura que vertebra magistralmente las piezas.

El espacio vacío, como símbolo de lo amenazadoramente desconocido, incomprensible, aparece descomunal en esta última colección de pinturas. La oscuridad inconmensurable que somete el autorretrato de De Jaume en el que se representa a sí misma con una mano en el pecho mirando angustiosamente hacia arriba, habla de la congoja que siente la artista en un mundo oprimido por una crisis constante de valores. Crisis que también ha llegado al mundo del arte que, en un exceso de pretendida originalidad, ha acabado por agotar al espectador.

De Jaume reivindica la importancia de la técnica pictórica como manera de reconciliarse con el público para que éste reconozca en su pintura unos valores muchas veces perdidos en las obras de otros artistas contemporáneos. El objetivo último que persigue De Jaume es propiciar que las personas, a través de su arte, puedan escapar del materialismo de una sociedad que está ganando infelicidad a pasos agigantados.

Los retratos de De Jaume despiertan las emociones del espectador aletargado que a través de los sentidos es conducido a un mundo poético e incluso onírico. Una realidad tan enrarecida como cautivadora nos es presentada como la materialización de un mundo que nos seduce por su extrañeza e innegable belleza.

Ana Ferrero-Horrach – Ciceró dArt

Sandra De Jaume, "Levitació", 2016 www.sandradejaume.com

Sandra De Jaume, «Levitació», 2016
www.sandradejaume.com

Sandra De Jaume, Ad Infinitum. Galería Berlin, Plaza Santa Magdalena 4A, Palma. Hasta el 31 de enero de 2017. www.sandradejaume.com

La reconocida retratista mallorquina Sandra De Jaume (Santa María del Camí, Mallorca, 1978) expone su última colección de pinturas en la Galería Berlín de Palma hasta el 31 de enero de 2017.

Esta muestra, la más ambiciosa hasta entonces llevada a cabo por la artista, hace patente la excepcional técnica de De Jaume, donde la maestría de la pintora se hace evidente en la sorprendente capacidad para plasmar en el lienzo una realidad que se nos muestra con un toque de misterio.

El enigma habita unas obras que dejan traslucir fragmentos autobiográficos que representan un deseo de reafirmación dentro del mundo, reivindicando la vez del papel de la mujer artista y la necesidad de resituar su importancia dentro de la historia del arte. Así, la siempre intrigante y seductora Frida Kahlo es magníficamente retratada por De Jaume como el icono artístico del feminismo, en un homenaje a la artista que transformó su sufrimiento en algo divino y esplendoroso.

De Jaume es una artista dual en la que conviven a la vez dos pintoras antagónicas. Son dos maneras diferentes de concebir la pintura que habitan en su interior dictando la forma de trabajar las obras en cada momento. En el fondo, es la pintora abstracta la que la domina, volviéndose la pintura mucho más espontánea, rápida, radical. En el momento en el que De Jaume afronta las figuras, absolutas protagonistas de su obra, la artista inicia un proceso pulcro, fino, absolutamente medido y milimetrado, en el que el dibujo se convierte en la estructura que vertebra magistralmente las piezas.

Los retratos de De Jaume despiertan las emociones del espectador aletargado que a través de los sentidos es conducido a un mundo poético y e incluso onírico. Una realidad tan enrarecida como cautivadora nos es presentada como la materialización de un mundo que nos seduce por su extrañeza e innegable belleza.

Ana Ferrero-Horrach. Ciceró dArt

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Sandra De Jaume, «Sin título», 2016 www.sandradejaume.com

 

El peso de la feminidad

Marta Murgades. “Mostra d’hivern” Galería ArtMallorca

C/Missió, nº 26, Palma. 11 enero – 1 febrero

Una de las grandezas del arte es que por su esencial naturaleza de expresión individual permite a las personas recorrer un camino introspectivo hacia la complejidad de su existencia. Una existencia marcada desde nuestro nacimiento por un sentido trágico de la misma. En la filosofía estoica, la enfermedad y el dolor eran vistos como un desafío planteado por la naturaleza y que el hombre debía saber enfrentar con grandeza espiritual. Es precisamente el sufrimiento uno de los sentimientos con los que surge más intensamente la fuerza creativa al obligarnos a buscar en la realidad más honda de nuestro ser, y los antiguos griegos, ya comprendieron que el arte más excelso no nace de los momentos de calma y alegría (pues hombres y mujeres lo aceptamos desaprensivamente sin hacernos preguntas), sino del dolor, a partir del cual todo ser toma conciencia de su trascendencia y es un impulso para su sublimación espiritual y artística. Atraída desde siempre por los artistas afligidos, Marta Murgades (Almacellas, Cataluña, 1979) también ha transformado el sufrimiento en una inspiración materializada en obras que no sólo son el reflejo de una angustia personal, sino que pretenden empatizar con el tormento de tantas otras mujeres a partir de la alegoría de las cariátides.

¿Qué peso soportan esas cariátides a sus espaldas? ¿El peso de toda una historia silenciada que necesita salir, narrarse, dejar de ser ignorada? ¿Por qué enmarcarlas en el seno de ovoides mandorlas? ¿Por qué la constante reminiscencia a formas circulares que, pese a camuflarse sutilmente a modo de elemento decorativo, son en realidad la representación de auténticos pezones y órganos sexuales? La obra de Murgades se sitúa de lleno en el debate del feminismo incipiente: el feminismo de la diferencia. A principios de los setenta, Judy Chicago y Miriam Schapiro, artistas, teóricas y pioneras del arte feminista, se detuvieron en analizar obras hechas por mujeres, desvelando un sistemático empleo de imágenes en forma de obertura vaginal; una abundancia sospechosa de formas sexuales entre las que destacaban pechos, nalgas y órganos femeninos. Ambas, convencidas de que estas referencias no eran más que la necesidad imperiosa por parte de las mujeres de explorar su propia identidad, de plasmar su sexualidad, publicaron un artículo en la revista Womanspace Journal titulado “Imaginería femenina”, en el que reivindicaban la existencia de una iconología vaginal. Esta recurrencia como metáfora del cuerpo femenino la encontramos en los misteriosos pasadizos de Georgia O’Keeffee, en las cavidades vaginales de Lee Bontecou, en las formas ovoides de Deborah Remington o en las imágenes circulares de Judy Chicago; cuarenta años después Marta Murgades sigue, instintivamente esta línea.

Algunas de sus piezas presentarán, además, otra particularidad: no son mandorlas vacías, no son formas vaginales huecas, sino protagonizadas, en un parafraseo a Modigliani, por auténticas Venus prehistóricas. En este sentido, ese retorno a la raíz, ese guiño a lo ancestral donde la figura femenina se veneraba por su condición fértil, esa reminiscencia casi ritual a tiempos pasados donde la mujer se unía en comunión a la naturaleza más pura y sagrada, alude exactamente al deseo de representar la fuerza eterna femenina omnipresente y la necesidad de regresar al útero materno, una “sed de ser”, como manifestó la propia Ana Mendieta, figura clave del feminismo artístico. Del mismo modo en que Mendieta propuso una unión mística del cuerpo de las mujeres y la naturaleza como una forma de resistencia frente a la cultura falocéntrica, en la producción de Marta, la unión mística se produce con uno mismo, y su obra es el reflejo de una experiencia catártica personal a modo de viaje interior que materializa a partir del simbolismo.

Las cariátides de Murgades aparecen como la feminidad que carga a sus espaldas un peso socialmente impuesto, un rol que cumplimentar, una definición que personificar; las ya citadas Venus simbolizan la fertilidad de la mujer, complementada con una frecuente remisión a órganos sexuales y al fluir de líquidos, un aspecto muy intrínsecamente ligado a la biología femenina y que en las obras de Marta aparece alegóricamente representado a través de sus figuras bañadas por el mar; los rostros velados, con claras reminiscencias a esas culturas en las que la mujer es obligada a ocultar sus facciones, no revelan identidad alguna, una suerte de feminidad universal, pero que, sin embargo, no duda en personificar a través de los títulos con constantes alusiones a grandes mujeres de la historia, como Isis o Eva.

Las piezas, contenidas y emanadoras de un aura de desasosiego esconden, en realidad, la vitalidad que caracteriza a Murgades. No obstante, se echa en falta la espontaneidad que brota de la personalidad de la artista y que le permitiría hacer un arte más sincero con sus impulsos creativos primigenios. Las pinturas, en las que se aprecia una investigación y experimentación a nivel técnico (debido en gran medida a su especialización como restauradora) con fusiones entre diferentes maneras de hacer y materiales de origen diverso, producen un impacto curioso dando como resultado un arte personal y original, rasgo difícil de conseguir y altamente apreciado entre los artistas, y que Murgades ahora, debe aprender a potenciar desprendiéndose del miedo y del supuesto decoro que encorsetan, aún, algunas de sus obras. La buena técnica de la artista se hace evidente no sólo en sus pinturas, sino también en los bocetos, una muestra más espontánea de su arte y que contiene el desgarro y la frescura que a menudo faltan en sus resultados finales, pues éstos adolecen de excesiva pulcritud. El riesgo es necesario en todo artista y Murgades, quizá está aún demasiado cohibida, desaprovechando las evidentes virtudes que posee y que subyacen más libremente, como hemos dicho, tanto en sus bocetos como en su escultura.

Por el momento ha tanteado sus posibilidades y en este camino ya ha encontrado una manera propia de plasmar su sensibilidad, un estilo que ahora debe consolidar confiando más en el dictado visceral de sus emociones. Como dijo Pablo Picasso, “la pintura es más fuerte que yo, siempre consigue que haga lo que ella quiere”.

Sara Rivera Martorell y Ana Ferrero Horrach

Un antídoto hedonista

22 January, 2013 1:21 pm  /  La revista  /  , , ,

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Joan Carrió. “Mostra d’hivern” Galería ArtMallorca

C/Missió, nº 26, Palma. 11 enero – 1 febrero

El arte, cuando es bueno, es siempre entretenimiento 

Bertold Brecht

El talento es uno de los mejores regalos que cualquier persona en general y artista en particular puede desear poseer en su colección personal de adjetivos calificativos. El talento, entendido como la facilidad natural para el desarrollo de una actividad, bien escaso y demasiadas veces aplicado con excesiva generosidad, se encuentra sin duda en las manos del pintor mallorquín Joan Carrió (1969). Carrió es uno de esos pintores de vocación que con una formación prácticamente autodidacta logra provocar la admiración del público con obras de técnica impecable, en algunos casos, basada en la superposición de capas; un homenaje a otra época que esconde un laborioso trabajo, rígido y frustrante por la lentitud que ello supone, en una sociedad como la actual, regida por el consumo y la exigencia de resultados inmediatos. Sus obras son una oda a otro tiempo, a otra manera de hacer, a otro ritmo de trabajo, recorriendo como buen mallorquín, un camino que, motivado por el reconocido pintor Pep Munar, empieza en el paisajismo tradicional para desembocar en unas vistas más contemporáneas del entorno que nos rodea.

Contrariamente a la extendida opinión de que el arte se ha convertido en algo críptico, en, como diría Baudrillard “un delito de iniciados”, la obra de Joan Carrió es clara y directa, de fácil lectura y de precisa basculación entre la fruición estética y el placer de la identificación. La captación de momentos robados, reinterpretados a posteriori en el estudio del pintor, donde a menudo se reflejan situaciones distendidas, de relax y de calma aparente, ofrece al espectador una dosis de optimismo, de tranquilidad esperanzadora, con un efecto balsámico ante esta sociedad convulsa.

Las obras, que recrean fielmente distintos rincones pintorescos de Palma, retratan espacios que todo oriundo tiene grabados en la retina. Es en este punto donde el placer de la identificación toma partido. Si, parafraseando a Lacan, el estadio del espejo para la formación del “yo” es crucial, y es a través de éste y su reflejo cuando se produce la capacidad de percepción de uno mismo, las obras de Carrió funcionan de forma similar, como un espejo donde el espectador se reconforta en la identificación de lo que ve. Se centra en Palma, una Palma que le inspira, de la que intenta extraer pequeños pedacitos de encanto que, por un motivo u otro, despiertan la atención del pintor y, a modo de recorte, decide inmortalizar en sus cuadros; “es Palma, es lo que conozco y es lo que me gusta” afirma el artista.

A menudo, estos espacios están protagonizados por personajes ajenos a nuestra mirada, como pequeñas ventanas que transportan fragmentos de vida a un lienzo. En la serie, encontramos algunas piezas donde los protagonistas no miran con complicidad, sino que dan la espalda al espectador continuando con su actividad: un café, compras, paseos, charlas o el simple hecho de estar. Estos rostros velados revelan una falta de identidad de los personajes, donde nuevamente se reafirma el concepto de la identificación; cualquiera de ellos podemos ser nosotros.

Sin embargo, esta no será su única estrategia; en otros casos, dota de absoluta personalidad y carácter, con trazo definido e introspección psicológica, a una serie de muchachas de mirada insinuante, como ocurre en “La chica de rojo”, en “Twenties” o en “Polo de naranja”. El contexto comienza a perder importancia preponderando con toques de delicada sensualidad, y, en algunos casos, de elegante erotismo, la fetichización de la figura femenina. Cuerpos expuestos, cuerpos politizados, vestidos a la moda parisina, con abrigos, cinturones, sombreros y cortes a lo garçon. Pese a despertar una gran admiración por parte del público femenino, las piezas atienden además, a lo que la mirada masculina espera,  pudiendo remitirnos así a la teoría de la doble mirada de Laura Mulvey, donde se diferencian dos tipos de placeres: el placer escopofílico, definido como la estimulación de observar lo que se ofrece expuesto a modo de objeto erótico-sexual, siendo éste el caso de los retratos de las citadas jóvenes, y el placer narcisista, basado en la identificación, que Carrió reserva, como hemos visto, para su otra tipología de piezas.

Sin duda alguna, el artista posee el talento necesario para la ejecución de una pintura bella, delicada y estéticamente placentera. Tras años de experimentación con diversas técnicas, su obra, en la que se puede apreciar una constante evolución, ha conseguido la madurez necesaria para dar el paso hacia la consolidación de un estilo propio. Sus pinturas, elaboradas con sumo cuidado y gran pasión, tienen reminiscencias del estilo de los grandes impresionistas y postimpresionistas -Renoir, Manet o Sorolla. Guiado en su estudio por las evocadoras melodías de la chanson française, sus cuadros son el reflejo de ese sentimiento bohemio y hedonista de la vida, presente en el París de antaño, con una mezcla de tendencias de finales del siglo XIX.

Carrió tiene el potencial, el don extremadamente apreciado de la gracia innata para plasmar la expresión de los rostros en sus retratos, para reflejar el sentimiento universal e intergeneracional de la alegría de vivir, para dotar de vida y de sensualidad a los cuerpos de las mujeres que habitan en sus cuadros.

Como dijo Elbert Hubbard, “el arte no es una cosa sino un camino”, y Carrió, consciente de ello, avanza reinventándose en cada etapa de su evolución, con la expectativa de seguir siendo fiel a la espontaneidad de su inspiración y al trabajo bien hecho. Disfrutemos por el momento de su reciente producción, un canto a la seducción y al deleite; un  auténtico antídoto hedonista.

Sara Rivera Martorell

Ana Ferrero Horrach

Links:

Joan Carrió: http://www.joancarrio.com/

Sara Rivera Martorell: http://elcajonoximoron.blogspot.com.es/

Al adentrarse en la galería My name’s Lolita un imponente óleo de grandes dimensiones acapara la atención de todo aquél que entra a ver la exposición “Breve manual de antropología” del artista granadino Paco Pomet, uno de los últimos descubrimientos del incansable director de la galería, y cuya carrera va viento en popa en las aguas del mercado artístico internacional habiendo ya puesto rumbo a la costa este norteamericana, llamado por el canto de la más importante galería de la zona. El impresionante cuadro de la entrada llamado “Bautismo” transmite una emoción quizá explicada por las dimensiones de la obra, o quizá explicada por la inquietante sensación de calma tensa que se produce al combinar una escena amable  de unos jóvenes bañistas en blanco y negro interrumpida por una  importante franja que tiñe un río de rojo poniendo en alerta la aparente tranquilidad de la escena de baño. Esta ironía y ambigüedad se aprecia con tintes más humorísticos en el resto de cuadros de la muestra con iconografías muy norteamericanas, en donde indios firman armisticios con viejas máquinas tocadiscos, en donde aviadores se han mimetizado con bigotes en forma de hélice, o en donde el género se confunde en oficinist@s de hermosas piernas con tacones y mostachos a la vez.

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Acostumbrados a galerías llamadas de la misma manera que su fundador, el poco usual nombre de guiños literarios “My name’s Lolita”, da una muestra de una voluntad irreverente  y provocadora en una galería que ya desde sus orígenes quiso superar el arte contemporáneo español oficial de finales de los ochenta apostando por un tipo de pintura que sin miedo y sin prejuicios volviera al figurativismo sin ninguna excusa de carácter conceptual. La actual exposición de Paco Pómez es un ejemplo de ello, siendo este joven artista granadino uno de los últimos descubrimientos del director de la galería, Ramón García Alcázar, quien aún puede presumir de conservar el olfato para encontrar nuevos artistas que de su mano van a seducir al circuito artístico internacional. En “Brevemanualdeantropología” Paco Pomet presenta unas obras en las que se combina el lenguaje plástico más tradicional con un humor muy irónico y sutil que da actualidad a sus propuestas con figuraciones con reminiscencias norteamericanas; en este sentido la obra “Bautismo”, la más importante de la muestra, funde la tradición del expresionismo abstracto americano de campos de color rojo a la manera rothkiana, con el figurativismo impresionista europeo en personajes que podrían recordar a los bañistas de Sorolla,  haciendo de esta manera una buena síntesis visual de lo que ha sido la historia del arte del siglo XX, mostrando la calidad artística del joven pintor.