Juan Manuel Díaz Burgos. Bienvenidos a La Boca

My name’s Lolita Art. 5 de junio -26 de julio de 2012

“Soy un ladrón que da” dijo una vez Cartier-Bresson refiriéndose a esa faceta suya de cazador de momentos, de instantes decisivos, de miradas ajenas a la intromisión del objetivo.  Medio siglo más tarde, parece ser que como él, otros muchos usurpadores, narradores de la vida de las personas que nunca aparecen en la Historia con mayúsculas, siguen sueltos por el mundo por fortuna para todos, y la Galería My name’s Lolita Art ha tenido el acierto de retener a uno de ellos aprovechando el Festival PhotoEspaña 2012.  Se trata de Juan Manuel Díaz Burgos (1951), reconocido fotógrafo español que condensa, gestiona y recicla el legado de muchos de los documentalistas que han transitado la historia occidental de la fotografía, y que estos días expone en la emblemática galería un trabajo titulado “Bienvenidos a La Boca”. Díaz Burgos centra de nuevo su obra en Latinoamérica,  a la manera de aquellos descendientes de los nómadas antiguos que para encontrar el paraíso eligieron la opción de viajar en su búsqueda; Homeros del siglo XXI que aún cuentan historias de tierras lejanas en donde sus gentes se atreven a desafiar el pesimismo imperante asentado en la mayor parte del mundo occidental  mediante la alegría que proporciona vivir en un edén a pesar de estar aprisionados en él. Las fotografías son el trabajo realizado entre 2003 y 2006 en un pueblo cubano cerca de Trinidad, que sin embargo a diferencia de muchos otros de la zona, ha logrado escapar de la apisonadora del turismo, y en el que aún se puede sentir el son de la verdadera Cuba.  En estas narraciones visuales, en las que el blanco y negro de la platinotipia se antoja como una especie de ensoñación que conduce a una realidad paralela lejana a las preocupaciones del otro lado del charco, los modelos improvisados son los guajiros y guajiras que lucen sin complejos sus cuerpos cultivados en el ron y el arroz con frijoles.  En sus instantáneas no hay ni denuncia social ni política, su obra no se justifica en ninguna causa activista. Su razón de ser es la propia fotografía, la propia existencia de las gentes que retrata y su testimonio a modo de cuentacuentos para adultos; en las imágenes se palpa la lujuria, la pereza o la gula, haciendo un paseo por algunos de los siete pecados capitales en su esencia. Es fácil dejarse seducir por las miradas que revelan la presencia del fotógrafo, camufladas entre grupos de personas que ajenos a él se dejan fotografiar en la cotidianidad cautivadora de sus vidas. Son instantáneas realmente bellas, sin duda, pero en ese encanto casi extremo me parece captar un exceso de idealización que falsea de manera no sé hasta que punto lícita la realidad, rozando en muchos casos la fotografía publicitaria y dando la impresión de que uno está delante de un anuncio de Havana Club (la fotografía como el resto de las artes no puede y además no tiene por qué ser objetiva, pero Díaz Burgos se define como fotógrafo documentalista y se le presupone por lo tanto una mirada menos adulterada). Por otro lado, la exposición ha sido sin duda un acierto por parte de la dirección de la galería pues las fotografías son obras comerciales, a buen precio (a pesar de no haber vendido nada aún, la crisis no perdona), de fácil asimilación y de una temática más que oportuna teniendo en cuenta la estación en la que acabamos de entrar. “Bienvenidos a La Boca” es un trabajo en el que se aprecia una evolución de Díaz Burgos desde esos retratos cuzqueños de tensos rostros desconfiados, al trabajo posterior al de La Boca, “El deseo”, en donde ya ningún fotografiado posa, en donde la gente retratada ha sido robada en su intimidad, convirtiéndose Diaz Burgos, como Cartier-Bresson, en un ladrón que da.

Ana Ferrero Horrach

Al adentrarse en la galería My name’s Lolita un imponente óleo de grandes dimensiones acapara la atención de todo aquél que entra a ver la exposición “Breve manual de antropología” del artista granadino Paco Pomet, uno de los últimos descubrimientos del incansable director de la galería, y cuya carrera va viento en popa en las aguas del mercado artístico internacional habiendo ya puesto rumbo a la costa este norteamericana, llamado por el canto de la más importante galería de la zona. El impresionante cuadro de la entrada llamado “Bautismo” transmite una emoción quizá explicada por las dimensiones de la obra, o quizá explicada por la inquietante sensación de calma tensa que se produce al combinar una escena amable  de unos jóvenes bañistas en blanco y negro interrumpida por una  importante franja que tiñe un río de rojo poniendo en alerta la aparente tranquilidad de la escena de baño. Esta ironía y ambigüedad se aprecia con tintes más humorísticos en el resto de cuadros de la muestra con iconografías muy norteamericanas, en donde indios firman armisticios con viejas máquinas tocadiscos, en donde aviadores se han mimetizado con bigotes en forma de hélice, o en donde el género se confunde en oficinist@s de hermosas piernas con tacones y mostachos a la vez.

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Acostumbrados a galerías llamadas de la misma manera que su fundador, el poco usual nombre de guiños literarios “My name’s Lolita”, da una muestra de una voluntad irreverente  y provocadora en una galería que ya desde sus orígenes quiso superar el arte contemporáneo español oficial de finales de los ochenta apostando por un tipo de pintura que sin miedo y sin prejuicios volviera al figurativismo sin ninguna excusa de carácter conceptual. La actual exposición de Paco Pómez es un ejemplo de ello, siendo este joven artista granadino uno de los últimos descubrimientos del director de la galería, Ramón García Alcázar, quien aún puede presumir de conservar el olfato para encontrar nuevos artistas que de su mano van a seducir al circuito artístico internacional. En “Brevemanualdeantropología” Paco Pomet presenta unas obras en las que se combina el lenguaje plástico más tradicional con un humor muy irónico y sutil que da actualidad a sus propuestas con figuraciones con reminiscencias norteamericanas; en este sentido la obra “Bautismo”, la más importante de la muestra, funde la tradición del expresionismo abstracto americano de campos de color rojo a la manera rothkiana, con el figurativismo impresionista europeo en personajes que podrían recordar a los bañistas de Sorolla,  haciendo de esta manera una buena síntesis visual de lo que ha sido la historia del arte del siglo XX, mostrando la calidad artística del joven pintor.